Comenzamos con Nico a subir por una ladera devastada, donde solo había árboles muertos, en pie o caídos; la dirección de los caídos nos orientaba hacia el cráter... sentimos la lengua de fuego que los derribó.
Después de 4 años de la erupción, algunos de los árboles caídos con raíces al aire, son el soporte de nuevas plantas... musgos, líquenes, helechos y hongos de una variedad asombrosa. Algunos de los que están en pie empiezan a rebrotar tímidamente.
La subida, sobre las cenizas de la erupción y rocas de todo tipo, muchas obsidianas y piedra pómez, de una fuerte pendiente... de 0 a 950 m.s.n.m., se hizo dura y muy pesada. Nico no dejó de animarnos para llegar a la cima... no nos defraudó en absoluto.
!! Estábamos en el borde de la caldera !! frente al domo rojizo y humeante, podíamos imaginar el diámetro de la misma por encima de los 3 km. Como nevó la noche anterior, parte del borde lo recorrimos con una nieve blanda, blanca, inmaculada... nuestras pisadas eran las únicas.
Un poco de vulcanologìa para andar por casa: domo es una montaña de lava solidificada que se forma justo por donde surge de la caldera, al ser de una gran viscosidad se solidifica en el mismo lugar. Está formado por riolita, de color gris, que al oxidarse torna al rojizo actual.
Bajamos rápidamente ya que la tarde se hizo noche... las 18:00 h. Por cierto, fuimos los únicos desde hace mucho tiempo, ya que en esta endiablada época nadie visita este paraje... los lugareños se extrañan al vernos y nos preguntan qué hacemos aquí.
Fotos de Maky. 18/07 miércoles.
